The Elder Scrolls es una de las series de rol occidental más importantes del mundo de los videojuegos. Dragones, héroes, hechiceros y malvados ogros son algunos de los personajes que aparecen en estos relatos que están claramente inspirados en la literatura de fantasía medieval de El Señor de los Anillos y similares.
The Elder Scrolls: Arena es el primero de la saga, fue lanzado en 1994 y combinaba elementos de acción y RPG con una historia épica que transcurría en un mundo dominado por Mago Emperador Jagar Tharn. Nuestra misión era seguir las indicaciones de la hechicera Ria Silmane para intentar rescatar al emperador Uriel Septim VII y devolver la paz a la Ciudad Imperial.
Elementos como el Cetro del Caos y los poderes mágicos de Jagar Tharn aparecían por primera vez en esta aventura que utilizaba una perspectiva en primera persona similar a la de Doom. El éxito del vasto mundo de The Elder Scrolls: Arena permitió la creación de una secuela llamada The Elder Scrolls: Daggerfall que llegaría en 1996.
El segundo juego mejoraba mucho a nivel narrativo y técnico. Los personajes podían crear sus propios hechizos mágicos, explorar ciudades en un diseño 3D bastante logrado para la época, y la extensión del mundo marcaba la diferencia entre los RPG occidentales de mundo abierto y las historias lineales del RPG japonés.
The Elder Scrolls: Daggerfall tiene 6 finales diferentes. Dependiendo de la forma en que utilicemos un artefacto legendario llamado Mantella que sirve como llave de activación para el Numidium original, un golem capaz de destruir el mundo gracias a sus poderes mágicos inagotables.
El mapa de Daggerfall es uno de los puntos fuertes del título, numerosas ciudades y escenarios de bosques, montañas y desiertos donde se desarrolla una aventura extensa y repleta de caminos para intentar. The Elder Scrolls ya demostraba sus principales rasgos de desarrollo, que hoy podemos seguir viendo en la versión online del juego.